19 de junio de 2020

Hesitaciones de un transcriptor incidental

Al transcriptor mismo le viene de vez en vez la suspicacia de si toda esta improbabilidad existencial se corresponde de veras con alguno de los mundos reales, y si acaso no es este el caso de una proyección de sus propios demonios y de su particular ceguera para echarlos fuera de otro modo. Exorcismo, se llamaba antes, aunque no es para tanto, en tiempos desecularizados, esta sensación íntima y seguramente observación ajena (nada es en balde, y la cara tendrá que ser indefectiblemente speculum animae) de falta de acomodo en el mundo. La insuficiencia luego le muta en soberbia, y de ello quizás da fe esa tonta manía de transcribir feo, y acogerse al vicio de las redundancias y aliteraciones contumazmente cacofónicas.

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