12 de marzo de 2008

El hombre feliz...

... no escribe diarios: un exceso de autoexpresión lingüística revela una carencia, algo que no va bien en el psiquismo o en el cuerpo, en el cerebro y en otras vísceras. El ascetismo consiguiente, en tanto reflexión lingüística concentrada, podrá querer el vértigo de experimentar un giro más, y así poder transformar su exploración íntima en el esquema categorial… del mundo.

Del mismo lago (las carencias) manó otro arroyo: en cada una de las ocasiones en que situamos el origen del homo fictus en un déficit de realidad (como si dijéramos, en una tristeza muy motivada), al practicar ese acto de verdad evidentísima (sólo inventa otra vida quien no tiene bastante con ésta), cabe el peligro real de que nos olvidemos de que, en este asunto, no se trata de las raíces históricas, filológicamente desenterradas, sino de la cuestión perentoria del día. Por eso existen las narraciones---

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Con el buen tiempo, le asedian los viejos problemas de comprensión. Se es un poco más estúpido y distante. La frialdad no es más que alelamiento, alergia que le viene al cerebro con las flores. Bien está que sea así. Cuando se haya ido el viento seco y ardiente, a las alturas lejanas de septiembre, podrá acordarse de sí y de alguna riqueza íntima que haya atesorado sin enterarse de cómo ni de cuándo. Cigarra que no se ha dado cuenta de que hormigueaba.

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