1 de marzo de 2008

Contrailustración, contrahumanidad

Que, al mismo tiempo que la inquisición religiosa finalizaba su marcha secular, un joven alemán fuera intuyendo, al hilo de sus lecturas clásicas, y del conocimiento de los hechos del mundo industrial -de su enorme falsedad "ideológica" (todavía no con el sentido que él concedería al término)-, el sistema de ideas que había de publicar en el futuro, y que serviría, algunos decenios después, para reanudar la marcha inquisitorial, a partir de una verdad revelada distinta -que quizás se había sospechado en 1789-, con la misma estructura mecánica de funcionamiento, /con la mirada depositada en la asíntota querida/ de un desprecio absoluto de los medios, al ser el amor de los fines, del absoluto, tan grande e incondicionado, debe (todo lo anterior) hacernos reflexionar acerca de la propensión contrailustradora (recaídas en la contrahumanidad), inevitable en la historia (entre paréntesis esto: si no se quiere caer en lo mismo denunciado). A esas propensiones y recaídas contribuyen, opino, las vergonzosas campañas electorales, que sin pudor alguno, venden el producto político, queriendo tanto, mucho más, el fin, que es el poder de administrar, de controlar, distribuir (bienes, ideas, conciencias), siendo su amor tan grande que milagro será que no se produzca el giro temido, y que las buenas gentes de la ciudad hipertecnológica y mundial no acaben ridiculizando, como quien desconoce por completo y esto le parece bien y lo correcto, aquel sagrado deber que socavó, en mentes y corazones de otras épocas, la inclinación a querer permanecer en el jardín y no comer del árbol, aunque esa intención supusiera vivir una vida cerrada, en cuerpo y alma, pastoreados por los dueños del conocimiento, y, por lo tanto, de lo que los demás deben ignorar, con el fin de su salvación.

1 comentario:

santi dijo...

muy bueno grasias