10 de marzo de 2008

Honradamente...

... , yo nunca quise ser filósofo. Quería, naturalmente, que se me abrieran las puertas de los salones del mundo, así como ser estimado por las bellas, sin conocer yo entonces que la ciencia que se enseñaba en la Escuela de Chicago me habría sido mucho más útil. Aun de eso (salones + bellas) me disuadía la tortura a que se entregaba mi cerebro cada vez que era obligado, en los entrenamientos oficiales, a distinguir entre el contenido objetivo y el formal de una idea. Conociendo en mi persona que mi vocación no iba por ahí, me hice el propósito, a mis pocos e irresponsables años, de entregarme al periodismo cultural.

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