14 de enero de 2016

Jenócrates Natorp, cuando era un doncel imberbe,

algo rubicundo y de torpes andares, mantenía una secreta pasión. Había nacido en la agreste comarca de Los Vélez, en la zona norte de la provincia nororiental. Entretenía muchas de sus tardes en mirar soñadoramente los escasos vehículos que surcaban en uno u otro sentido la carretera nacional. Deseaba, por encima de cualquier otra cosa, conocer alguna de las dos ciudades que se encontraban al cabo de aquella vía, y que llamaban a él con promesas de conocimiento, triunfo, riqueza, en la escala modesta que él, a sus años, podía imaginarse...

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