Aristipo Charron, oriundo de Locaiba, concretaba la apetencia antrópica universal por la felicidad, que decía el maestro de Estagira, en una trinidad de objetos y acciones: el consumo moderado de cerveza, el religioso visionado de los lances balompédicos en canales de pago y la lectura de libros. A veces reunía esos eudaimónicos avatares en un mismo lugar y tiempo.
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