27 de marzo de 2013

¿Les suena?

El ferrocarril representaba el progreso, la riqueza, la cultura, el bienestar, e incluso la misma gloria sobre la tierra. De tal forma, que un pueblo sin un ferrocarril a su alcance, y a ser posible atravesando su calle mayor, era un pueblo fatalmente condenado al aislamiento, al olvido, a la oscuridad y a la miseria más atroz.
Está escribiendo A. Molina Sánchez, en sus "apuntes" para una historia cuevana -publicados por vez primera en 1988- que ya he traído aquí (la cita de arriba es de las pp. 226-227), de la llegada del tren a la provincia almeriense a finales del siglo XIX. No hemos cambiado mucho de fascinación, aunque ahora no revienten las calderas de vapor de la máquina, como el(?) de  aquelencantador trenecito, casi de juguete, que unía Palomares y Herrerías, y que fue la primera línea ferroviaria que surcó mi tierra. Una curiosidad, por lo menos para mí: dentro del laberinto de vías en que soñadores y arbitristas pensaban convertir la geografía almeriense, destaca el proyecto de una línea que debía conectar Almería con la comarca de Los Vélez, atravesando por la Sierra de los Filabres. Nada más y nada menos.

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