Al dirigirse al Congreso de los Estados Unidos mientras las bombas caían
sobre Kiev, con los ojos cansados, la camiseta caqui y la mano en el
pecho, Volodímir Zelenski ha apelado también al alma americana,
suponiendo que exista algo así. «Os necesitamos ahora. Os pido que
hagáis más». Y Biden respondió: «Vamos a hacer más en los próximos días y
semanas». Poco después, y por primera vez, calificó a Vladímir Putin de
«criminal de guerra». Pero al pedir ayuda, no se ha volcado en
recordarles la masacre diaria que padecen -por ese terrorismo de Estado
que ha advertido Arcadi Espada-, sino que ha apelado a dos recuerdos
también fundacionales, con su propio sudor, con su sangre y sus
lágrimas, para los ciudadanos norteamericanos: «Os pido que recordéis
Pearl Harbor, cuando fuisteis atacados. Recordad el 11-S». Con esa
conexión emocional les estaba diciendo que Ucrania ya es el mundo,
porque cerrar el cielo de un país no es pedir demasiado para salvar la
vida de la gente. No se trata de alarmismo, sino de enchufarnos al resto
a lo que ocurre allí: no es el futuro de Ucrania lo que se está
librando, sino un modelo occidental del mundo con fundamentación
democrática. Porque más allá de eso, os lo puedo asegurar, sólo hay
perdición, horror y oscuridad. O que nuestras imperfectas democracias
siempre serán mejores, y habrá que defenderlas de las dictaduras
perfectas. (J. Pérez Azaústre, en El Mundo)
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26 de marzo de 2022
Hemerotecas, narrativas
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