Vas -va, voy-, durante demasiado tiempo ya, podrías contar por siglos si fueras inmodesto, olvidado de lo que eres y serás,
Dándole vueltas al dolor, al tuyo y el ajeno,
El de un mundo que es sangre de tu sangre, no te engañes,
De ti callas, tanto es lo perdido
Que tiraniza tu alegría.
Están ellos, en su sagrada inocencia,
Regalando sonrisas que rebotan, no lo niegues, en ti,
Preso en los giros y giros de una memoria que duele cuanto más la acallas.
Otros, igual de inocentes, desconocedores del lenguaje público y críptico del solicitor norteamericano, ajenos al tópico del otoño y sus ocres,
Ausentes ya,
Tiran de tus pasos, de tu lengua y tu tiempo.
Algún día, si, algún día, deberás confesarte a ti (a Dios quiero decir) que la inocencia ida es la misma inocencia vuelta, y la misma tu obligación, tu deuda saldada y tu alegría.
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