Me acuerdo
De esa pequeña intendencia de los días, de la limpieza, el trabajo y la compra,
De salir a la puerta y recorrer luego las calles,
Del aburrimiento de repetir trayectos, caminos, rutas...
Qué desagradecido era yo -¿cuándo? -
El pasado siglo,
El que dio la vuelta - a casi todo- hace una semana, menos,
Por fingirme aburrido, por ignorar la gracia nueva de las calles siempre mismas y diferentes.
Yo era un caminante modesto, solitario y un poco esquinado,
No buscaba la compañía,
Un fugitivo que ignoraba que las eras cambian en minutos, sin compasión con el viandante.
Ahora, donde antes había calles posibles y caminos bien reales
Han puesto ventanas prohibidas,
Alumbrando un mundo -la calle
Por la que no se mueven con retozante alegría ni los perros de aquella película francesa.
Pero la soledad en la que yo andaba no era esto...
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