29 de marzo de 2020

Días y cuentas, encierros y promesas,
Maltrechos por estos azares rompedores que tiene la historia finiquitada -pobres Hegel y Fukuyama-,
Calles desiertas de una guerra
invisible -intelectuales maliciosos recuerdan los derechos civiles, de seres solitarios, disyuntados-,
Vendrá después la memoria imposible,
Retazos, fragmentos de un encierro, poco ayuda la imagen multiplicada,
Calles desiertas y perspectivas aéreas, terrible es el temor y peor aún este vacío. Vueltos a la cueva, es indiferente que haya miles de millones y se sepa, hasta el lenguaje se vuelve innecesario. ¿Sabremos hablar después de todo?
Ni sabemos si habrá un todo y algún después.
Cambiaremos las conversaciones por la máscara, como en un carnaval egoísta y sin paradas, de pasos utilitarios y medrosos, los ojos tan ausentes como las bocas.
Nadie hablará de amores, los amantes compartirán el llanto angustioso de lo prohibido y lo blasfemo, en la desesperanza de un dios que determine que el espíritu es respiración y ágape,
Hasta el día, enésimo o tercero, del anhelo cumplido, de banquetes y músicas,
de una rogativa al fin salvaje y gritos desquiciados de alegría por el espacio recobrado,
y la urgencia común de relojes y besos.

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