Gobernar el azar no es ver la arena escurrirse entre los dedos,
El niño en la playa, aprendiz de persona con su pala y cubo de juguete.
Gobernar el azar es mirar el mar y creerse que sus embestidas las pueden parar las manos.
El agua, ¿de dónde viene?, ni la arena que agarran las manos perdona. (Las manos del niño querrían guardar el momento, la textura granulada del tiempo, sometiendo su fluir a esquemas, al juego y la risa. Que un río se ajustara al paso quedo e interminable de sus días. ¿Cuándo llegamos?)
¿Cómo vas a sujetar a quien es un dios -agua, fortuna, surcos inasibles que practica el tiempo- y te lo muestra en la imagen santa del niño que juega, ajeno a todo, figura (¿persona?) él mismo del dios.
Como dijera Heráclito y se quiere creer desde Aquel.
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