Renuncié a entender, entendí. Renuncié a buscar, hallé.
Piadoso, y por lo tanto falso, pero realmente debe de ocurrir algo así, en todo. De lo contrario la existencia se transforma en obsesión y enfermedad, en caras largas... en una tristeza activa, como no llegó a decirme este hombre en el trabajo. Y no.
... Pero admitamos que sí, o que no, que cualquier pequeño asunto me sume ahora mismo en dificultades que no sé resolver, que me parecen insalvables. Pasará, supongo, esta estupefacción.
De esta renuncia, queremos creer que momentánea, a entender, a encontrar, a los frutos de la investigación, obtenemos una felicidad nada despreciable. No es buena per se, pero de momento vale: una habitación solitaria, un silencio, un cielo azul eterno, un recuerdo, etc.
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