30 de octubre de 2010

Una mañana

Una mañana te despiertas y contemplas el tablero. El silencio es más marcado; la luz, más suave. Anoche fue la fiesta y ellos duermen. Toda esta presencia tan distinta hiere en tu conciencia. Las piezas se disponen en la superficie cuadriculada: palabras, recuerdos, imágenes, gestos. Hay muchas combinaciones posibles, y prácticamente todas ellas amenazan al rey, al yo, a ti. Una de ellas lo destruye y no sabes cuál. Esta de más decir que yo no practico el noble juego, que, en platónica concordancia, juegan los seres inteligentes de esta ciudad.

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