10 de octubre de 2009

Vinci

Resiste uno la tentación, que no hay tanta, que no es tanta, de comprar libros en las grandes superficies, esos espacios para no comprar los libros que uno lee. Estoy a punto de caer: este que aquí se comenta. Me disuade un poco el alto precio y mi gran pobreza. Sé, sin embargo, que mi ánimo inconstante encontrará racionalizaciones más que sobradas para pecar al fin y comprar esta supuesta joya de casi mil quinientas páginas.

Por lo demás este mundo es una basura desordenada (un caos de antes de Hesíodo) en donde hombres jóvenes y hombres maduros se ven obligados a malvivir vendiendo castañas asadas y palomitas a los transeúntes, y un acordenista de tez oscura pone música fragante a la banalidad cercana de los compradores y la más lejana de los políticos.

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