La distancia entre pensamiento y palabra siempre será menor que la existente entre pensamiento y acción. (En ambos casos el pensamiento es figura de algo; lo uno va arrojado a lo distinto.) Los nombres sirven para mostrar la primera relación; las proposiciones, para la segunda. La diferencia entre nombre y proposición corresponde al sentido del tiempo. El tiempo se llena con el mundo de sucesos. A su vez, el mundo instaura la existencia de alguna de las posibilidades: se recorta en el enmarañamiento de nombres, y sobre ese fragmento recortado se deposita un haz de luz. Que esta sea blanca o negra está en el origen del bien y del mal, aunque la determinación del principio de la distinción deba permanecer por siempre alejada de los mortales. No sé si me entiendes... Quiero decir, tan verbosamente, algo bien simple: que mi ontología provisional se fundamenta en la categoría suprema del accidente, en un vacío final de las categorías. No hay un ser eminente del cual predicar con eminencia. A lo más, un encuentro azaroso de dos o más objetos con nombre propio en el plano frío del mundo. Denomina amor, si quieres, a este tropiezo, y decide si detrás está el hado o la gracia.
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
26 de abril de 2016
Tractatus logico-psiquiatricus
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario