Pasamos sin transición de la mítica futbolera (el dios deber ser aficionado a ese espectáculo creado por los hombres) a la mítica helénica, un producto sin duda tardío, donde el lenguaje vive una juerga continua. Las palabras tienen efectos, claro, porque las palabras son causas, imanes de sucesos. Así, en el nombre de Menelao se contiene la sucesión de desastres que nos condujeron hasta este momento. No es difícil imaginar otros mundos donde el mismo nombre propio convocara otros hechos bien diferentes.
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