Leer es releer: como ilusión de recobrar un tiempo.
Tras la historia del mito nos entregamos al mito de la historia. Y con la ciencia ocurre tres cuartos de lo mismo.
El lector de diccionarios y obras de consulta, libros de referencia, a cambio del vicio circular constitutivo de esas lecturas se le otorga la virtud de los posibles: otras costas y leyendas, diferentes islas y viajes, primicias de otro universo del que a veces sale algo.
El noble tiene su aedo, la ciudad su rapsoda, la decadencia sus escuelas y cursos de posgrado. Llamo decadencia a ese lujo supererogatorio con el que matamos el aburrimiento.
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