Está la imagen, móvil o fija, yo no sé... Nada más que lo que me cuentan personas de mi confianza.
Una bandera recorre el curso rápido del agua. Parece un sueño, pero pero es bien de dia: el sol está en lo alto y lo que se ve es ajeno a los blancos y oscuros a los que nos acostumbró De Chirico en la senda descubierta por el malvado Caravaggio.
Hay espumas pero no batallas en este orbe ordenado- se diría que vestido informal como para jugar al dominó en plazas de segunda (en realidad esta imagen pertenece al mundo mucho más cercano del comentarista).
Árboles en la bandera y no lanzas, detrás de la cual los personajes sonríen. Les corresponde, según manda la edad.
El tiempo (agua) se dispara en la vertical y la horizontal, en la inconsciencia de los navegantes, ajenos a barreras y fuerzas incontenibles. De ello sabe la edad provecta anticipada, a miles de millas de distancia.
No llegarás a bañarte ni una vez en este río, anticipó el filósofo: sería mortal.
No se ven los árboles, solo el recuerdo de la bandera, pero están en los márgenes: un aviso del peligro, del rigor de las clepsidras en el nuevo mundo.
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