Zenón Vitt confronta dos espejos, uno de este mundo y otro del mundo de arriba, y fabrica un infinito, un impensable, para entretenimiento y confusión de las generaciones que se arrojan como una araña al abismo de sus textos. La flecha de la conciencia no da en la Idea, obligada a la interposición de mundos a lo largo del tránsito. Es notorio, empero, que esto sólo existe en la mente, que arquero y diana pertenecen a un sueño, a la herencia de un lenguaje fetichizado, como parece que dejó inscrito el quinto evangelista.
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