En una anotación casi incidental soltó los perros el Pseudo-Platino contra toda tentación de misticismo en los razonamientos. Se prohibía así a sí mismo la ebriedad lógica que quiere saltar de las paredes de las cuevas al soberbio arrebato de los museos, que es como si dijéramos arrear con los humildes fetiches hasta las Facultades de Teología.
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