No pueden moverse, están ligados a un espacio que no les pertenece, sino que pertenecen a él. Miran por la ventana... Aunque realmente solo puede mirar el sirviente, el enviado, con dificultades y sirviéndose de una escalera. No puede deshacerse de la escalera, porque no puede ir a ningún sitio. El espacio es una prisión, la ventana una esperanza. No hay mundo exterior, y por tanto tampoco interior, porque no hay futuro, sino solo un presente odioso que es repetición de un pasado congelado. En esta cárcel el lenguaje es imposible o insignificante. Un juego o un rosario de ruidos que no hilvana ninguna identidad, ningún reconocimiento.
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