Esta es una historia bien real, yo diría que incluso demasiado. Wenceslao Quincoces, de seculares ascendientes manchegos, jugó al fútbol en aquellos campos de tierra ya olvidados, allá por los años de antes y después de nuestro cainismo homicida. En el fragor, se limitó a sobrevivir, o bien puedes decir que se extralimitó al vivir, oculto en las montañas que rodean la aldea. Fue durante ese tiempo feroz, del durante y del después, cuando empezó a traducir los escritos juveniles de G. W. H.
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