Marcial Lupo anda con el ánimo revuelto y la misma razón trastabillada. Pondera en los poetas, esos hogaño preteridos esculpidores de la palabra, la más grande y óptima quantité de conciencia del tiempo. Da igual se trate de eones o eras. El verbo sonoro y significante siempre fue y es y será el verídico artefacto con el que el mundo cuenta sus hechuras a los oídos condescendientes. Contra los románticos alemanes (él tiene sus motivos, es de Zaragoza) enseña que las lenguas son neutras en este ámbito: lo mismo da el tren que el avión al emprender el viaje. Así, tiene en un altar privado a los traductores.
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