Francisco Batiati ha difundido entre el paisanaje sudoriental, en la montaña como en el llano, una especie de zoroastrismo sincrético o maniqueísmo mitigado que ha logrado gran predicamento en los conciliábulos que se forman espontáneamente en la barras niqueladas de los boliches para discurrir de estos misterios dianoéticos. Así, se tiene por dogma en la secta la inextricable ligazón entre la materia impura y la belleza ex coelo (excelsa). El exceso de luz de esa tierra impide conceptuar la fealdad y la corrupción de otro modo que como asechanzas de un espíritu marfuz verdaderamente menor. Así transcurren las horas cabe la superficie pulida gris metalizada. Mientras tanto, la cuerda tendida entre el micro y el macro mundo prosigue con su armonía, a la que Batiati sigue fiel y atento.
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