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2 de enero de 2020
Yo, que vivo de préstamo, me entrego a las imágenes coloridas y lujosas. Tampoco quiero lamentarme en exceso, no vayamos a buscar jerarquías en el fango, como quien dice. No es para tanto y es de mal gusto. Había antes el prestigio del blanco y negro y esas bizarras geometrías del humo del tabaco, visto o fumado. La edad, acreedora inmisericorde, nos dispensa de ese glamour antiguo de las películas. En su lugar, está el brillo de la piel tersa del mundo, en los anuncios y hasta en los noticiarios, prohibida y ajena. Así vive el yo en su espectáculo, en habitaciones cedidas, sospechando, intuición oscura, la falsedad de todo eso que se le vende por los ojos. Que no es para él y sus pasos lentos, pesados, contables. Quisiera tener fe y adquirir humildad verdadera, pero temo que esa beatitud está vedada.
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