29 de mayo de 2007

S. K., TyT

(Aire de familia, historia de la razón)

El buen Fausto: genio de la duda y la simpatía. Reúne en su carácter la inspiración socrática y la ambición cartesiana, de la época en la que el diablo se hace mayor y vuelca su ambición en la política terrestre (la Modernidad): la simpatía fáustica constituye una figura adecuada de y para la formación y el mantenimiento de las sociedades. Sabemos, por Aristóteles, que éstas (y, por lo tanto, la amistad que las cimenta) dependen de la benevolencia recíproca, de que el otro no sea percibido (solamente) como enemigo mortal.

...

El hombre que ha ingresado en la era de la razón nota que le falta algo -todo parece tan descarnadamente humano y previsible!

Confía -él- sólo en el improbable azar -llamado Dios, amor y nombre-, en los encuentros...

Saliéndose del lenguaje, percibe en el último momento la amistad sospechosa de saber y locura: la fe es solitaria, la gracia también. Esa vida -en silencio- es el absurdo, la ausencia de una palabra comprensible -común- para el oído, la cosa inefable.

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