21 de mayo de 2007

¿Qué pensar?

Del gato, inmóvil sobre el poyete del muro, al lado de la rambla, ayer; del hombre que me quiere vender el perro y me pregunta si me gusta la caza, hoy. Ni la caza ni los toros -es mi respuesta; y que comprendo que alguien tenga esos gustos...

Nada. Igual que esos objetos lingüísticos que están ahí, duros, compactos, enfrentados. "Nada" tienen en común los gatos y las palabras, más que la inefabilidad, o el asombro del paseante.

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La bibliotecaria, joven y guapa (si no fuera esto abundar en lo mismo: reiterar en y sobre la verdad de los años que prometen), me ha dado una sorpresa: se acordaba de mí (?) y me ha dicho que han llegado unos libros que yo había pedido, por si pudiera ser (derechos del lector en las bibliotecas municipales: los de pedir, a ver si el dinero de las arcas llega para estas cosas), entre ellos el de Javier Gomá, Imitación y experiencia (Pre-textos).

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(Obligaciones con un amigo; hacia la filosofía, deber que está más allá de mis alcances, y la caza más noble: la de las metáforas que quisieron ser conceptos y conservar lo bello de la palabra poética)

Kierkegaard, Temor y temblor: el salto hacia la fe, después de la juventud y luego de la resignación. A ver si logro entender esta metódica vital, desencantada y agradecida...

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¿Por qué no el salto "contra" la fe? Los argumentos de R. Dawkins, en El espejismo de Dios (ed. Espasa), contra los teístas, creyentes, etc. son, a veces, de una simplicidad que pasma: por eso seguramente el libro se convertirá en un clásico, a causa de la frescura de las preguntas/sugerencias/aportaciones/respuestas... que no quieren dar por terminado el diálogo, depositando el pleno saber sobre la mesa. No. Dawkins incita a contestarle: sus aires demagógicos, la argumentación casera, autosuficiente...

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