16 de noviembre de 2006

Precisemos

Existen oportunidades desgraciadas, sucesos que desmienten (y contradicen) el significado de la oportunidad: el alma romántica e iletrada del joven Pavese convoca la desgracia y la infelicidad como finalidades de su vida; la escritura adulta, la literatura triunfante, solicitan la misma finalidad, y a ella se entregan.
El invento egipcio, la escritura, degrada el alma y condena el cuerpo: no concibo la autodestrucción de Pavese si no es causa de la tristeza, el cuerpo identificado con la enfermedad, y esa identificación como cifra entera de la autobiografía y de las palabras dichas/escritas.
Por eso, no sabría decir ahora si es posible conocer una escritura sin pretensiones literarias, blanca, pura.

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Los objetos están ahí, totalmente ajenos, dejando su uso a otros: los automóviles, los vestidos, las calles. Ellos invaden el espacio, tú quieres levantarte del tiempo.

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