11 de noviembre de 2006

Paisaje

Está ahí preparado, igual que la primera mañana del fuego, de la escritura y de la inteligencia, hecho para las pautas de un lirismo de lengua clara. El alma que contendiera con esa visión forzosamente debería volverse un poco triste, limitada a hablar.
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Me muevo en el tiempo, la memoria va a lo pasado o a su sueño; sin presente porque me muevo, sin futuro porque escribo. No debe extrañar que me fije en este punto -pues yo no viajo- y perciba los matices del paisaje. Éste no es otra cosa que el tiempo de las personas que lo habitan, aunque contenido -el tiempo- en sus ciclos.

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