En otro orden del espaciotiempo, urbano y en cuesta, prácticamente Jaén visto desde mi lugar de trabajo, asisto conturbado a una charla de esquina (la planificación urbana la ha ejercido el arquitecto Caligari) entre un presunto librero y un hombre con pinta de ebrio, y me imagino que hay una relación, ¿identidad?, entre ellos. Cuenta el segundo cómo vio a un tercero o zutano, mucho más borracho y sucio que él, como si se hubiera revolcado en tierra pues de ella iba cubierto- lo vio robar, digo, un libro en lo de Pepe el anticuario, de aquí al lado, aprovechando un descuido del propietario y que nadie vigilaba en la segunda planta. Intento personarme en el lugar de los hechos, pero 1º, estas minúsculas casas y calles expresionistas parece que tienen la capacidad de mudar de lugar o de esconderse, así de vivaz y traicionera es la ciudad, y 2º, comienza a inquietarme, y ahora que ha pasado un tiempo de vigilia mucho más, la posibilidad de que los muertos se dediquen a robar libros por las urbes.
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