Voy corriendo, yo, que tengo la cobardía de los paseantes, por un paisaje de montaña, semilunar, una meseta grisácea y desolada entre crestas dentadas, que parece que han salido del páramo de los Bakerville, un paisaje muy almeriense, con rachas de brisa fría, y me siento feliz porque no tengo que ser nadie en mi trabajo, ni compartir el tiempo con persona alguna, solamente salir al campo con mi bolsón de plástico en bandolera para recoger qué. Así, como un nabokov poligonero.
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