Un dios matemático, claro, es evidente, pero es distinto un dios ajedrecista, alguien que ordena, cosmos quiere, sus jugadas de acuerdo a reglas infinitas. Un ser casi tan oscuro como un dios que se limita a barajar, repasando y descomponiendo mentalmente sus jugadas, en átomos de ser, sustancias o naturalezas concebidas por su mente; volviendo luego, pero en una inteligencia eterna no hay tiempo, ni monedas de oro ni parques temáticos, a componer la cadena del mundo, a ver si del ruido imaginado, plomo, se genera una música de las esferas, aquella que escuchaba Pitagoras cuando consiguió dejar la costumbre de las habas.
No, definitivamente no podemos aceptar a un dios ajedrecista que ha venido de China o de la India. Bastante tenemos ya con el perro de Diógenes..
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