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1 de agosto de 2015
Con cierta pedagogía, de sus frutos gozamos todos, hemos trasladado las categorías de la teología natural a los claustros de las facultades de educacion. Todo ello por medio del magnífico concepto de motivación, uno de los más falaces jamás pergeñados. A mi esto me lleva a una aporía: el alumno, en cuyo quid est no entra para nada la libertad, por un lado. Por el otro, el docente: el único ser libre o necesariamente perfecto (si no, para qué le íbamos a pagar?)
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