22 de mayo de 2012

Filosofía política

Un país difícilmente puede superar la desmoralización que le produce el autodesmentido de la la ley que viene en el pie de texto de la misma ley. Hay algo de rencor social en la definición del concepto de justicia, a modo de un envés del sentimiento de vergüenza, de modo que si estos sentires no se satisfacen difícilmente vamos a ir a ningún sitio. Nos va a faltar moral.


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Hay algo en el siguiente párrafo de El país que intriga, porque no sabemos con qué carta quedarnos. Si es que vamos a tener que rendir cuentas a la hipocresía, potenciada además por el cinismo. Hasta llegar a una especie de desvergüenza en segundo grado, a la chulería como acto político y fundamento de civilidad. O si se trata de otra cosa:

Las justificaciones aportadas por la fiscalía para tomar su decisión se limitan a dar por supuesto que el presidente del Poder Judicial no tuvo intención de lucrarse, y que cualquier "duda" debe ser resuelta "teniendo siempre presente la proyección que el cargo de presidente del Consejo tiene sobre todas y cada una de las actividades que realiza la persona que lo desempeña".

El periodista (editorialista, línea del periódico) pone la expresión "en claro". Llevará razón y yo seré un pobre suspicaz. Eppur... libremente me da por pensar y pienso que en todo eso el término clave es "proyección", y que no es la función la que se proyecta sobre el acto, legitimándolo (en función de la grandeza de la función), sino los actos dudosos (desconocidos) los que inciden con una luz potencialmente negra sobre la persona... creando una sombra que ningún ministro despeja (a lo más parece reiterar la duda), que está ahí presente... Bien, vamos a ponernos filosófico-políticos, a pensar en la luz que proyectaría el objeto del "estudio supremo" del filósofo ateniense, incidiendo sobre los actos de un árbitro indigno. Consideremos que las sombras proyectadas sobre la pared de la caverna son como la resultante (¿por qué no la imagen más verídica?) de la maldad de los guardianes de la virtud existentes, que quienes están sentados son obligados a ver aquello en que han convertido su vida... Considérese, aplicado al caso, que "proyectar" lo que es bueno, lo debido o la virtud, sobre ciertos hechos, es demasiado doloroso. Máxime si a todos se les obligara. Por eso es mejor velar. 


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Quién tuviera la capacidad de Miguel Espinosa para el decir amargo!

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