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11 de julio de 2010
Condenados
El mismo Coleridge era un «hombre que deambulaba por la noche», un forastero en su propio terruño, un efímero inquilino de casas de hospedaje, incapaz de echar raíces en ninguna parte. Padecía una forma aguda de lo que Baudelaire llamaba «La gran enfermedad: el horror al propio hogar». Y ello implica su identificación con otros infortunados trotamundos... (B. Chatwin, En la Patagonia, Península, 2007, p. 112).
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