15 de febrero de 2010

Pavese, III

                 TRABAJAR CANSA
Cruzar una calle para escaparse de casa
lo hace sólo un muchacho, pero ese hombre que transita
todo el día las calles, ni es ya un muchacho
ni escapa de casa.
Hay tardes estivales
en que incluso las plazas se quedan vacías, tendidas
bajo el sol que se va hacia el ocaso, y ese hombre, que llega
por una avenida de inútiles plantas, se para.
¿Vale la pena estar solo para seguir siempre aún más solo?
Al transitarlas, las calles y plazas
se encuentran vacías. Hay que abordar a una mujer
y hablarle y decidirla a hacer vida en común.
En caso contrario, se acaba hablando solo. Es por eso que,
a veces,
hay borrachos nocturnos que traban conversación
y cuentan sus proyectos de toda la vida.
No es verdad que te encuentres con alguien
esperando en la plaza vacía, pero quien transita las calles
de vez en cuando se para. Si formasen pareja,
aun callejeando, estaría la casa
donde está esa mujer y valdría la pena.
Por la noche, la plaza se vacía de nuevo
y ese hombre, que pasa, no advierte las casas
entre inútiles luces, no alza la vista:
sólo nota la calzada, hecha por otros hombres
de encallecidas manos, al igual que las suyas.
No está bien quedarse en la plaza desierta.
Sin duda, en la calle estará aquella mujer
que, de rogárselo, nos ayudaría en el hogar

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