10 de febrero de 2008

Religión: Algunas entradas...

... del blog de A. E. pueden ser de conveniente lectura para el tema de la religión y su lugar público (por cierto: ¿se trata de un tema o de dos?).

Sostuvo A. E., acudiendo además a un ejemplo del circo futbolístico, la inoportunidad de los pronunciamientos políticos por parte de la Iglesia católica. Materia argumentable, desde luego, de lo que se encuentra bastante extensa muestra en las contestaciones recogidas en ese mismo post del 6 de febrero. Bien, vaya esto a título de un archivo argumentario (de tópicos sobre el tema), nada más.

El día 7 de febrero A. E. enlaza con un artículo de F. Savater en El país (tan verdadero en lo que dice que es fácilmente olvidable: lo que no es culpa de Savater, sino mía: ya que se me olvida el sentido común de los dicta de don Fernando). Dada la remisión en el mismo artículo del filósofo vasco a las opiniones que ha ido vertiendo A. E. acerca de la filosofía y su no-lugar actual (o inactual), desplazada por el paradigma evolucionista, según el profesor y periodista catalán, vemos que hemos alcanzado la más bella determinación enciclopédica (circular) del saber: las opiniones (autorías) contestándose unas a otras, con el público presente y opinando a su vez. Para que luego digan que Internet no sirve!

Como me da la impresión (aunque no, seguro que es así, y que no se trata de una afección subjetiva mía) de que A. E. ha escindido la razón de su origen filosófico, al ligar éste a unos límites o cierre metafísico-religioso, podremos (podremos si llevo razón) pensar que la cuestión del papel de la religión en la sociedad alcanza a cuestiones mucho más relevantes y presumiblemente olvidadas: tales como las de una crítica de la razón que parecía cumplida con el Gran Ilustrado.

Esto es, y aunque yo no sea muy buen pensador, que cuando parece que es la filosofía la que tiene que estar a la defensiva frente a los embates del más rabioso progresismo utópico-científico, me asalta a mi mente de letras la sospecha de si esa alegría con la cual bienvenimos a la santa trinidad de Darwin/Wallace/Mendel (y a sus santos apóstoles y evangelistas) no viene con músicas de antiguas teologías y beaterías dogmáticas ante las que los no instruidos (y por ello condenables) tendrán que decir sí bwana.

Voilá este texto de un libro plenamente recomendable:

(A. Pichot, La societé pure, Flammarion, 2000, p. 175)

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