16 de febrero de 2008

Las citas, o no

(Al revés)

II.

(A. Espada, Raval, Anagrama, 2003, p. 238)

I.

El encuentro del paraguas y la máquina pertenece a Lautreamont, realmente. ¿Realmente? Parece que sí. Qué inculto soy!

Vale. Aun así. Poco rigurosos en su método constante los escribidores pacientes se citan unos a otros sobre la pantalla del ordenador el sábado y encuentran la maravilla absoluta y autosuficiente, el trazo que deja en el cielo azul vacío de la mente el paso fugaz del genio:

"El azar objetivo y los valores antiburgueses toman vida en el Canto VI: «Sé leer la edad en las líneas fisiognómicas de la frente: tiene dieciséis años y cuatro meses. Es bello como la retractilidad de las garras en las aves de rapiña; o también como la incertidumbre de los movimientos musculares en las llagas de las partes blandas de la región cervical posterior; o mejor, como esa ratonera perpetua, constantemente tendida de nuevo por el animal atrapado, que puede cazar por sí sola, indefinidamente, roedores y funcionar incluso oculta bajo la paja; y, sobre todo, como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección»." (Las arañas de Sibila)

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