23 de abril de 2007

La fórmula de la verdad

Dormir, los sueños, nos hace perder aquello que habíamos pensado. ¿Qué habíamos pensado? ¿Cuándo? Sólo es seguro que lo pensamos: ayer por la tarde, anoche...

... se trataba de una verdad incontrovertible de nuestra vida (así se viven las opiniones ocurridas en un momento: posteriormente podrán revelarse incomprensibles). Tiene (tenía) que ver con la caída: todas aquellas ocasiones en las que hemos salido perdiendo. Por lo tanto, ¿por qué jugar?

Se expresaba mi verdad (fáctica, dolida) como un condicional (¿igual que toda verdad?): si "p" entonces "q" ¿Por qué "p" -me preguntaba, rebelde? (Esto es: podemos salir bien librados si logramos quitarnos de la situación peligrosa, aquella que nos hará sufrir.) Como tal fórmula lógica, la expresión vale para prácticamente cualquier acontecimiento del universo, real y posible: de hecho puede suspender la creación, ab initio.

Entonces nada: la suspendida será mi memoria, que recordaba su deber de recordar; sin entender lo benévolo o nocivo del descanso y el olvido. Queda ella, de esa manera, entre dos aguas, indecisa como su amo...

Las quejas, habrán de ir dirigidas al lenguaje, que nos sorprende: un amor que llega a nuestra cobardía. Ésta recupera el calor por un momento, se hace la ilusión de ser valiente. (La pusilanimidad surge como la renuncia a ser.) El lenguaje podrá respondernos con el silencio, el origen del dudar y de la soledad.


***

Si abrimos el Libro del desasosiego de Pessoa/Soares, y leemos el parágrafo 228, sabrá mi memoria salir con bien, esta vez, de sus fallos: la moral apuntada el 18 de septiembre de 1931 consiste en una retirada que no deja lugar ni al hacer ni al sufrir bien, dados los límites de nuestro conocimiento y la posibilidad de errar. Para un joven, ésta será una moral mezquina de renuncia, hastío y frialdad. Pero yo sólo veo un gozo, final, que redime la muerte dentro de una recuperación artística de la vida. Estetizante, no; mística o panteísta, may be.

(Ahora bien, nadie nos obliga a mirar el libro del feo portugués y sus pesadas anotaciones de hace tantos soles, esta tarde mundana y tímidamente primaveral de un abril de diferente siglo. Así de grande es nuestra libertad, o su falta.)

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