19 de abril de 2007

Errores

Por alguna razón que para mí permanecerá incomprensible, y que no cabe atribuir a la verdad tecnológica de la página www.blogger.com, sino a mi ignorancia culpable, la entrada "Cartas" de 17 de abril (debía salir el 18, además) aparece truncada, aunque en principio se había publicado bien. El mundo no pierde nada porque alguien pierda, olvide sus palabras o se calle. Pero algo de desazón alcanza al pobre escribidor impresionista: puesto que la escritura electrónica es el todo (de ahí que la subjetividad particular sea tan pequeña: son tantos para repartir, tan pocas las cosas de que hablar, aparte de los gratos chismorreos), se lleva mal que se pierda la mínima experiencia.

¿Qué decías?:

1. Los brazos, los que asoman: mencionaba también la belleza del rostro, algo triste o furtiva, nacida de la elegancia o de una seriedad que no terminaba de comprender (¿indiferencia?)... Naturalmente que no es esto lo escrito/borrado (de forma misteriosa, repito), porque la memoria es escasa: nunca se recuerda lo que se escribe, que no es uno mismo, más allá de unos pocos segundos. Sólo recuerdo la obligación de decir.

2. Como un apunte más personal, si tal cosa cupiera, me refería a lo que los trabajos tienen de más prescindible, superficial o mezquino. Una percepción infinitamente reiterada y reiterable. No sé si tanto la frialdad que van dejando los formularios en nuestras almas, el tener que girar en círculo como en una condena. Hay quien se adapta más, yo no.

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La tecnología me produce aburrimiento: como todo aquello que se ignora. Por lo tanto el aburrimiento es culpable, ya que la ignorancia siempre se puede (intentar) remediar. No tengo ninguna soberbia acerca de este asunto, ni prejuicios (siquiera). Sólo que me parece una burla la alegría cientificista-tecnologicista del progreso alcanzado. Porque no se trata del mesías, sino de un amo terrible y embrutecedor (si se le deja).

Agradecería mucho más tener buena memoria acerca de lo que pienso y escribo.

¿Para qué? Para nada, por la simple alegría. Pensar es como caminar, y mejor sin método: aunque bien se sabe que no hay camino sin método: nada más que desorientación y locura. Sea.

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