No sé si un convencimiento:
No tenemos salvación, nuestro pecado original fue la guerra incivil. Pecado que no se borra. La posguerra fue peor: la inclemencia, la humillación, la chulería. A instancias de una estupidez cainita que da grima, como sonroja la retórica mística y cuartelera, de la que Freud tendría tanto que decir (o Woody Allen).
La transición fue un intento pragmático de sobrellevancia. Muy meritorio: viniendo de donde se venía. No se deben despreciar los armisticios. Facilitan lo minimo: seguir viviendo. Contándolo.
... No solo las tumbas, sino los archivos cerrados, son señales de la culpa. Los muertos deben ser dignamente enterrados, los documentos leídos.
... Responsable ante el Hacedor y la historia. Pero lo primero es juicio invisible, inobservable e improbable (muy poco posible; sin pruebas fehacientes). En cuanto al juicio de la historia, este debe ser el que se ejecuta a través de las armas, con la derrota. Nadie dudará de cómo habrían acabado las jerarquías si hubieran compartido destino con sus cofrades italianos o alemanes. Saber esto desautoriza cualquier proyecto ulterior. La patria se edifica sobre una suerte geopolítica que podría haber sido otra (¿mejor? Sí, si nuestro derrotero hubiera sido demoliberal), completamente diferente. Sobre el relativismo de los fundamentos, el edificio se cae.
Pero se antoja absurdo reescribir. Aunque la verdad es necesaria.
Dentro de unos siglos todo estará olvidado.
Lo primero, la inviable patria.
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