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29 de marzo de 2019
La lengua es parte del cuerpo. Padece, se agrieta, se endurece y se calla con él. Se vuelve tan económica como él. Ni un gesto sobrante, ni una palabra añadida, en las horas en que casi todo llega a doler. Hasta la primavera, que viene este año con aire afilado. Tienden la palabra y el hombre a lo doméstico, al fuego del hogar y la lectura callada. Solo se anima el hablante cuando tiene que confesarse, para sí mismo, estas nimiedades de la carne y el espíritu, como si le acabara de nacer un Mediterráneo.
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