No parece la más correcta la estrategia consistente en señalar intenciones maliciosas en el legislador. Siembra dudas acerca de la propia intención del que señala. Y así sucesivamente, envolviendo a los intérpretes en un combate de subjetividades. Bastará con anotar, con circunspecta inmisericordia, los resultados efectivos de tan magníficas leyes. (Mostrando el infinito espacio que se va abriendo entre la recta intención y la asíntota que se dispara hacia el abismo.)
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