La vocación de chamán solía ser amarga y no querida. En la juventud se volvían solitarios y tal vez hasta locos, sufrían de falsas ilusiones, tenían sueños extraños, enfermedades inexplicables. Entonces la gente sabía que los ancestros les habían elegido, y que les susurraban canciones al oído o en el cerebro... (C. Thubron, En Siberia, p. 127)
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