1 de abril de 2015

Volteriano de pueblo

Escribo y no sé dar razón de lo que escribo. Pero me duele la cabeza, intentando hacerme con ello. No soy tan viejo como para que los terminis de mi lenguaje se me hayan convertido en objetos mostrencos, enseres inmanejables que se me enredan entre las piernas o anudan de congoja mi garganta. (De paso, esta tarde comprendí que el único libro que me parece digno es un diccionario o enciclopedia de los muertos, de los desconocidos, acogiéndome a la idea de un envés del mundo, en donde el autor y el lector estuvieran ausentes, del todo, y la palabra tuviera el estatuto del silencio.) escribo, sí, y es de noche, y me tienen que dar asco los libros si de veras he llegado a este desprecio de lo humano.

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