25 de marzo de 2012

No lo inventa don Antonio, sino que es bien real...

En Babelia, ayer:


El capitán de policía suizo fue un funcionario modelo hasta finales de 1938. Trabajaba en la ciudad de Saint Gallen, cerca de la frontera con Austria. Era un hombre religioso sin exageración y cantaba en el coro de su iglesia. Llevaba el uniforme impecable y unas gafas sujetas con una cadenita detrás de las orejas. Era conservador, aunque carecía de fuertes inclinaciones políticas. En noviembre de 1938, después de la Kristallnacht, la noche de cristales rotos y sinagogas incendiadas, comercios asaltados, gente apaleada y humillada en las ciudades de Alemania y de Austria, se acrecentaron las oleadas de judíos fugitivos que intentaban cruzar la frontera. Suiza, como en mayor o menor grado todos los países, se negaba a acogerlos. Ciertos crímenes se cometen mejor revistiéndolos de una neutra mecánica administrativa. Suiza continuaba siendo un gran país de acogida, pero los emigrantes “no arios” no serían aceptados si su fecha de solicitud era posterior al 19 de agosto de 1938. En los alrededores de Saint Gallen, la policía empezó a notar que un número inusual de emigrantes tenían en sus pasaportes una fecha de entrada anterior a ese día. Cientos de ellos habían encontrado refugio en Suiza cuando el capitán de policía Paul Grüninger fue arrestado por sus superiores, expulsado del cuerpo y calumniado. No encontró nunca más un trabajo aceptable. Siguió cantando en el coro de la iglesia y dando paseos solitarios por las afueras de su pueblo. Murió en 1972 y solo un poco antes alguien se acordó de él y le hizo una entrevista en la televisión. Dijo que volvería de nuevo a hacer lo que hizo. Y que actuó por compasión y por lealtad a los ideales de tolerancia y acogida de la Federación Suiza. 

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