10 de febrero de 2009

Heteronimia

Un ser estrafalario con gabardina y bufanda por la calle, en la mano una bolsa de plástico blanca y en la bolsa cuatro libros:

El Preludio de Wordsworth, un libro que, de momento, no hemos entendido ni el traductor ni yo.

Una visible oscuridad de William Styron, autor también de la novela en que se basa el guión de una película moral, homónima y premiada: La decisión de Sofía. El libro de la bolsa contiene la narración de un episodio depresivo muy grave. Su efecto en mi persona es inmediato, ya con las primeras páginas que leo en un bar de ansiosa urgencia –me pido un café-: necesito un antidepresivo.

El árbol de la ciencia, una crónica de saber y desencanto de un conocido médico que también fue escritor: Pío Baroja. Fastuoso libro que me obligo a leer –pero ya lo he leído antes, claro- para hacerle un guión de trabajo a un alumn@ que tiene que recuperar la muy útil asignatura de Filosofía I.

Una edición conmemorativa y de kiosko de uno de nuestros grandes comics patrios: 13, Rue del percebe. Una obra fundamental de la sociología y la cultura española, que ha de constituir mi alimento intelectual en los tiempos venideros. Por lo menos hasta que se me vaya por completo la cabeza y me decida por la Ph. D. G., para darme un maquillaje prusiano. Pero para eso tengo que perder la razón del todo, lo cual es un acontecimiento probable (la dedicación a la educación secundaria garantiza ese fin de la salud), de manera que los tragos espirituales del no sólo sustancia sino que también sujeto entren mucho mejor.

(Je)

***

Conocí a un trabajador que decía que en su trabajo el más tonto hacía relojes de madera, y el que no los arreglaba. Cuánta verdad!

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