20 de febrero de 2009

Heterocríticas

La entraña del concepto. Vernunft/Dichtung

Pues sí. La idea constituye un deseo sublimado, y el filósofo pretende ser el poeta de estos asuntos. Un poeta que mira hacia arriba; la inercia del cuerpo es hacia abajo.

Es verdad. Las palabras son herramientas wittgensteinianas desechables... Los hechos no tanto, sino que son muy brutos. Digamos que la filosofía sublima (denominándolo ciudad ideal, o locus amoenus) uno de los caminos que puede tomar el cuerpo (instinto), que también puede fabricarse su propia filosofía (ideología)... No lo sublima, sino que lo suprime o lo rectifica. Intenta bloquear la comisión del crimen posible...

Dolor de cabeza.

...

Contando ya con que cualquier acto lingüístico, por sacrosanta que sea su intención veritativa, implica ya una forma de poder, al ejercerse como un derecho de inclusión y de exclusión (de lo que es verdad frente el error, del ciudadano frente al extranjero; etc.); contando con que la razón, aun en su forma mítica, va de la mano con la violencia; que razón y lenguaje son monedas con cara y cruz (¿cómo no iban a serlo, dada su condición simbólica?)... la tentación de la inocencia, que procede como un deseo de retornar de todo eso y reintegrarnos al paraíso, no solamente puede verse, negativamente, como un callejón sin salida, sino que muy positivamente admite una interpretación inhumana y deshumanizadora.

Así el lenguaje poético de nuestro bienamado Nietzsche. Cuánta verdad en el ser viviente que se dice contra tantos siglos de conceptos! Alegría enloquecida de mañanas o de mediodías, también de tardes que se aceptan para que nazcan días nuevos. Pero, por otra parte, quien se sale de las reglas de la normalidad (?) racionalista ha de contar, inteligencia prospectiva no ha de faltarle, con los intérpretes venideros de su pensar, amantes a su vez de la regresión y de los instintos canallescos...

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