29 de junio de 2007

Intensidad del tiempo

Como con una luz herida por el tiempo, entretengo el viaje escuchando un viejo disco de Gabinete Caligari (Privado, 1989). La voz convoca a la presencia al niño que fue y a la madre, al vividor que ha perdido su buena estrella, a la durmiente inocencia de una niña y a las muchachas que alegran el bulevar cuando pasean. Presencia y luz heridas, que no muertas: en la piel prohibida de su pierna, que oprime sin protestar, y en el arranque de la espalda madura, que en ese momento se da a la mano que la busca.

Luego podrá la frente erguirse, y dar dos besos de hasta luego: pero el alma es una con el mar de plástico y el de verdad, y con lo que recuerda.

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Aunque la memoria signifique un premio insuficiente, aviso de la muerte: autobiográficamente hablando.

Y yo no tengo tiempo para casi nada de lo que quisiera hacer; por muy anárquico que sea, o entregado a la felicidad de mis caprichos. Aunque más bien al contrario: podría pensar en una ética que mandara el ascetismo más extremo, y también el desprecio de una dicha que de todas maneras se resiste. A los hombres que no bailan y que son algo estúpidos en sus pretensiones.

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(Bibliografía, la ficha debida)

Yves Ternon/Sócrates Helman, Historia de la medicina SS, o el mito del racismo biológico, Valencia, 1971, Fomento de Cultura Ediciones.

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